Instituto de Desarrollo del Pensamiento Patria Soñada

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Por Juan Sanabria – Egresado del Programa de Liderazgo Político Estratégico 2024.

 

Hay fechas que se cuelgan del calendario como simples feriados, pero que llevan en sus entrañas una carga histórica que no debería dormirse. El 12 de junio, día de la Paz del Chaco, suele pasar entre celebraciones escolares y fines de semana largos, pero para quienes conocen la profundidad del sacrificio que se esconde tras esa paz, es un día de silencio, memoria y de reverencia.

Este capítulo no es solo una reflexión sobre una fecha patria, sino un intento íntimo de honrar la memoria de un abuelo que ya no está: Don Bernabé Sanabria Villalba, excombatiente de la Guerra del Chaco. Falleció un 12 de junio, como si la historia misma le hubiera guiñado un ojo, diciendo: “misión cumplida, soldado, vuelve al hogar eterno”.

El legado callado de los que nunca se jactaron

¿Existen relatos más profundos, que los que nunca se contaron?. Don Bernabé, como tantos otros, jamás buscó protagonismo, nunca se jactó de haber defendido el suelo chaqueño. Calló como callan los hombres que han visto el rostro horrible de la guerra, sintieron en sus entrañas el sabor de las balas y aún así supieron reconstruirse para criar familias, trabajar incansablemente y mirar hacia adelante sin reparos ni rencores.

Tu partida me encontró siendo apenas un niño. No supe valorarte, no supe escucharte, no te hice las preguntas que hoy arden en mi garganta. Te fuiste en silencio, y con vos, se fue un pedazo de la historia viva del Paraguay.

Un país unido… ¿por última vez?

La Guerra del Chaco, con toda su tragedia, fue quizás el último momento en que los paraguayos estuvimos verdaderamente unidos, hombro a hombro, sin importar clase social, ideología o procedencia. Aquella generación, la de tu tiempo, creyó en la promesa de un país mejor al terminar la guerra. Esa promesa sigue incompleta, extraviada entre los archivos del olvido.

¿Qué nos paso? ¿Dónde quedó esa capacidad de luchar juntos por algo más grande que uno mismo? ¿Será que el 12 de junio es también un espejo que nos devuelve la imagen de lo que pudimos ser y no fuimos?

Quedamos oscilando entre la ingratitud y el perdón.

Confieso, abuelo, que me duele la ingratitud. La mía, la de muchos. El país te debía más que una pensión, más que una placa, más que un desfile. Yo te debía una escucha, un abrazo, un “gracias” desde lo profundo del alma.

Hoy quiero darte ese “gracias”, aunque tarde. Y también quiero pedirte perdón, por haber sido tan joven para comprenderte, tan distraído para aprender, tan ignorante para honrarte en vida.

Quiero conseguir una memoria para el futuro;

El 12 de junio no debe ser solo una fecha cívica. Debe ser una llamada al alma nacional, una pausa para recordar que el Paraguay se escribió con sangre, coraje y silencio. Y que esa paz firmada en 1935, aunque imperfecta, es testimonio de lo que puede lograrse cuando dejamos de lado el egoísmo y nos unimos como nación.

A vos, abuelo, y a todos los hombres y mujeres de tu tiempo: gracias por darnos patria. Gracias por haber luchado sin rencor, por haber vuelto sin odio, por haber callado tanto con el corazón lleno.

El Paraguay de hoy sigue buscando su camino, pero si algún día volvemos a estar verdaderamente juntos, será porque entendimos que la verdadera grandeza está en recordar, en honrar y en unirnos. Como ustedes lo hicieron. Como nunca más supimos volver a hacerlo.

Que la paz que conquistaron con sangre, no se diluya en la ingratitud del olvido.

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