
El 23 de octubre de 1931 es una fecha que debe permanecer siempre viva en la memoria colectiva de nuestro país. Ese día, un grupo de estudiantes valientes y comprometidos salieron a las calles para manifestarse pacíficamente en defensa de la soberanía nacional, ante la amenaza boliviana que ponía en riesgo la soberanía de nuestra nación. La respuesta del poder fue contundente y represiva: violencia, persecución y la pérdida de vidas. Sin embargo, esa sangre derramada y ese acto de coraje dejaron una huella indeleble en nuestra historia nacional, simbolizando el poder que tiene la juventud cuando decide alzar su voz desde la convicción y el compromiso y actúar.
Es más que necesario recordar que aquel 23 de octubre no fue un hecho aislado. La historia de Paraguay y la historia universal, está y estuvo llena de momentos en donde la juventud ha sido propulsor y protagonista de grandes transformaciones sociales. Desde movimientos estudiantiles hasta luchas por derechos civiles, igualdad y justicia, los jóvenes siempre han estado en la primera línea, tomando la iniciativa y liderando cambios profundos e importantes dentro de la sociedad. Esa fuerza, esa capacidad de cuestionar lo establecido y soñar con un país mejor, es el verdadero legado del 23 de octubre.
Como aquel día histórico, hoy la juventud paraguaya continúa encendiendo esa llama de compromiso y lucha. Quizás ya no sea necesario defender territorios, pero sí es urgente y vital enfrentar los grandes desafíos de nuestra sociedad contemporánea; las cuales muchas de ellas corroen nuestras instituciones públicas y las debilitan: la corrupción, la desigualdad, la falta de oportunidades y tantas otras problemáticas que afectan a nuestra gente. En este contexto, la juventud sigue siendo un actor indispensable en la construcción de una sociedad más justa, inclusiva y democrática.
Movimientos que surgen en universidades, barrios y redes sociales demuestran que el compromiso juvenil no es pasajero, sino una constante que alimenta el presente y nos brinda esperanza para el futuro. La juventud no es simplemente el futuro de un país; es el presente activo que construye y transforma en tiempo real. No podemos esperar a “ser adultos” para involucrarnos, hacer escuchar nuestra voz y/ o proponer soluciones. El liderazgo juvenil auténtico nace del compromiso genuino con las problemáticas que afectan a nuestras comunidades, nuestras familias y por ende a nuestra nación.
Por eso, cada año, cada día, debe haber un “23 de octubre” en nuestro recuerdo y en nuestra acción. Un “23 de octubre” que nos inspire a no amilanarnos frente a la injusticia, a no aceptar la desigualdad y a no resignarnos ante la corrupción. Un llamado permanente a la juventud paraguaya para que siga siendo protagonista, liderando con autenticidad, pasión y compromiso por un país mejor.
Este homenaje a aquellos jóvenes que marcaron una época, y de paso nos invita a tomar la posta, a mantener vivo ese legado y a entender que nuestra responsabilidad es enorme. Somos herederos de aquellos jóvenes, parte del presente y, con nuestras voces y acciones, escribimos la historia que las próximas generaciones leerán.
Porque mientras existan jóvenes comprometidos, organizados y valientes, siempre habrá un “23 de octubre” y siempre habrá esperanza para nuestra bendita nación. Y esa esperanza se encarna en cada joven que decide ser protagonista y no espectador.
Los jóvenes ya no somos el futuro, somos el presente de nuestra nación.