
El 15 de agosto de 1537, mientras una expedición española buscaba un lugar seguro para establecerse a orillas del río Paraguay, coincidió con una fecha especial en el calendario religioso: la festividad de la Asunción de la Virgen María. Ese mismo día, Juan de Salazar y Espinosa fundó un asentamiento que, con el tiempo, se convertiría en la capital del Paraguay.
El acto de nombrar no fue un gesto casual. En la época, los conquistadores y exploradores solían bautizar los lugares en honor a santos o festividades litúrgicas del día en que llegaban. Así, “Nuestra Señora Santa María de la Asunción” fue el nombre completo con el que quedó registrada la ciudad.
Pero más allá de la tradición religiosa, el nombre encierra un simbolismo profundo: la idea de “ascender” y “elevarse”. Para aquellos primeros pobladores, la Asunción de María representaba no solo un misterio de fe, sino también un anhelo de protección y de prosperidad para el naciente poblado.
Con el tiempo, Asunción se convirtió en la “Madre de Ciudades”, punto de partida de expediciones que fundaron otros centros urbanos en la región. Su nombre, nacido de un día de celebración, fue testigo de la mezcla de culturas, de resistencias y de sueños que dieron forma al Paraguay moderno.
Hoy, cada 15 de agosto, no solo se recuerda una fundación, sino que se celebra una identidad que se eleva sobre los siglos, igual que el significado que inspiró su nombre.