INTEGRACIÓN DE LA JUSTICIA
El Magistrado debe cortar el cordón umbilical de su pertenencia y dependencia anterior, debe liberarse de las ligaduras de su procedencia, de su extracción y procurar no sentirse, no creerse en su actuar, como debido de algún NN.NN.; el no obrar así implicaría desconocer la propia valía personal, no creer en sí mismo.
¿A quién escapa, a fuer de ser sinceros, que una buena parte de nuestros Magistrados (del grado y fuero que fuere) son real y objetivamente inaptos e ineptos?, culpar de esta realidad al sistema es desconocer la propia realidad. ¿Qué calificación, qué idoneidad, qué especialidad verificable tienen los postulantes?, ¿poseen habilidades especiales, idiomas, probada versación, títulos y cartulinas de todo color y tamaño?; sí, a montón, eso sí. ¿Y aún así, es acaso normal que los postulantes que resultan electos llegan a ser los mejores calificados, los más idóneos?.
En la sociedad, ¿es realmente estimado el valor de la educación, del mérito, de la calificación personal?, lamentablemente la respuesta es no; sin embargo, corresponde ser justos y reconocer que se dan excepciones con la existencia de un reducido número de nuestros Magistrados que ejercen sus funciones con honestidad, con probidad y transparencia, circunstancia que corrobora la afirmación precedente.
Por todo lo dicho ut supra, me encantaría testear con rigor el sistema considerado “el mejor”, el mejor sistema vigente en algún rincón del planeta o el mejor meramente ideado, aplicado a nuestra realidad y manejado por nuestros políticos, por nuestros operadores, desempeñando las funciones específicas en los cargos y grados nuestros profesionales, para comparar resultados; para verificar su real eficiencia, ¡su eficacia operativa!
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