Pateando el tablero

El ingeniero Pedro Ferreira, como nunca antes, puso en evidencia a un insensible Estado paraguayo, indiferente a la suerte del país.

Por Instituto Publicado el 25/08/2019 20:54
Los numerosos servidores estatales, entre ellos los más empoderados, con abultados honorarios por sus presuntos servicios, pasan rehuyendo cualquier implicancia de la defensa de los intereses nacionales.

Sus preocupaciones, aparte de mantener inamovible su privilegiada posición, no van más allá de ubicar a sus próximos en suculentos cargos y en la obtención de amañados contratos estatales.

La actual crisis o delito de extrema deslealtad -transgresión que roza la alta traición a la patria, que envuelve a los principales del Ejecutivo, destapado por el presidente de la ANDE ingeniero Pedro Ferreira al impugnar el Acta Binacional, puso de relieve:

-El histórico desinterés de la parte paraguaya que conforma los órganos de administración de la Itaipú Binacional;

-La ineficiencia de la Cancillería nacional en la defensa de los altos intereses nacionales;

-La firme convicción del personal de la Administración Nacional de Electricidad (ANDE), en especial de jóvenes ingenieros, en la tutela del país.

El discurso oficial –que señalaba que en Itaipú el Paraguay solo puso el agua y el Brasil pagó por su construcción– instalado profundamente en el espectro nacional, daba por hecho que, gracias a la bonhomía brasileña, era posible compartir la formidable represa.

Nada más lejos de la realidad. Con esa concepción, inhumana, pasaba desapercibido un mayúsculo desastre ecológico que hundió en el lecho del río Paraná, las paraguayas cataratas del Salto del Guairá y su selva Atlántica.

El desarraigo de treinta y dos poblaciones de nativos guaraníes, del supermercado de la selva (la pérdida de raíces sociales, familiares y de identidad personal; un extrañamiento del sentido vital y cultural) cuyos fármacos hacían saludable la vida de sus pobladores, representan el alto costo sufrido por Paraguay en la construcción de la binacional hidroeléctrica.

Sin embargo, la pírrica victoria paraguaya, criticada desde el inicio de la obra por estudiantes, intelectuales, medios escritos (ABC Color, principalmente) y la ciudadanía, no pudieron sortear la muralla del secretismo en la que se camuflaba la estafa brasileña.

El oficialismo mayoritario, con honrosas excepciones (presidentes Lugo y Franco), no tuvieron empacho en sostener el asimétrico status quo, que a expensas de la miseria de Paraguay posicionó al Brasil como país con economía emergente. Todo ello, gracias a la gratuita energía paraguaya, pagada por su cesión (no por el Tesoro brasileño) por el consumidor brasileño.

En las investigaciones de Miguel Carter se encontró que Paraguay en Itaipú había dejado de percibir, por la cesión histórica de su excedente energético a la Eletrobras, unos US$ 75.400 millones. La noticia no era menor, al fin se cuantificaba el perjuicio. No obstante, no incluía el daño ambiental por la pérdida de los Saltos, la selva Atlántica, la fauna y el desarraigo de decenas de comunidades guaraníes.

La patada de Ferreira y Cáceres, de fuerte impacto en el tablero político, despertó a la adormecida causa nacional en pos de la recuperación de la soberanía energética de Paraguay en Itaipú. El milagro de la crisis, visto como oportunidad, había relegado al basurero de la historia un perverso antipatriotismo, usual en las autoridades nacionales desde el Acta de Foz de Yguazú del 22 de junio de 1966. No se puede continuar en más de lo mismo. Habría que restaurar la dignidad nacional.

Habida cuenta que la mayor parte de la existencia de Itaipú lo aprovechó Brasil en un 93%, en el tiempo que resta, tal vez unos treinta y cinco años, es de justicia que Paraguay pueda beneficiarse del 50% del emprendimiento binacional.

No se reclama más de lo que corresponde. El ingeniero Ferreira demostró que sí se puede.

General (R) Juan Antonio Pozzo Moreno