Principio del interés superior del anciano

A nosotros, los seres humanos y hasta a la toda naturaleza, el hecho del nacimiento, el fenómeno de la irrupción como un nuevo ser en la vida, en sus diversas manifestaciones, nos genera acciones expresivas de asombro, de admiración y de alegría. En efecto, cuando nace un nuevo ser viviente en cualquiera de los reinos (animal, vegetal, monera, protista, de los hongos) y hasta en el reino mineral (un fenómeno físico), salvo situaciones singulares, el hecho de principiar y de emerger en el escenario, nos excita y nos provoca reacciones de asombro, de admiración y de alegría; como también nos genera manifestaciones físicas y psíquicas de desazón, de tristeza y de pena, cuando desaparece, cuando se extingue, cuando muere.

Del nacimiento a la muerte se da un trecho vital que elásticamente se alarga o encoje según la expectativa de vida (E o) en los distintos rincones del planeta. Durante el transcurso de este lapso todos los seres vivientes pasan por varias etapas, entre ellos el ser humano, el hombre, que recorre por la etapa Pre-natal, la Infancia, la Niñez, la Adolescencia, la Juventud, la Adultez y la Ancianidad; y cada una de éstas queda sujeta a factores de orden biológico, social y cultural con efectos físicos, psíquicos, intelectuales, cognitivos, psicomotores y, en fin, con derivaciones de toda índole.

 

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