No son niños, son perros: el fatal error de humanizar a nuestras mascotas

El Veterinario Fabio Raúl Morales Insaurralde, egresado del Programa de Liderazgo Político Estratégico (PLP), reflexiona sobre los riesgos de tratar a los perros como humanos y nos invita a educar con respeto, coherencia y sentido de especie.

Por Instituto Publicado el 26/05/2025 14:27

Un bebé de un mes asesinado por un perro salchicha en Rusia. Un hombre muerto a mordidas por un pitbull en Paraguay. 

Dos casos recientes que nos llenan de impotencia.

¿Tenemos que esperar a que ocurran tragedias para ponernos a pensar? Ninguno de estos casos se da porque el animal sea "malo", sino porque fue criado sin comprender ni respetar su naturaleza.

Escuchando una entrevista en el medio Ñandutí a Richi Rey (Reinaldo Viera), adiestrador de perros, donde decía entre otras cosas: "Humanizar a un perro es atentar contra su naturaleza", me vinieron a la mente muchas anécdotas y una preocupación que tengo desde hace tiempo.

Muchos tutores, con la mejor intención del mundo, tratan al perro como a un niño. Le permiten todo lo que le permitirían a su hijo humano. Lo visten, lo suben a la cama, al sofá, le dan peluches, le festejan cumpleaños. Al final, el perro, por su propia naturaleza, interpreta por un lado que la casa es suya, su territorio, y que los demás son meros huéspedes. Sin embargo, no tiene la libertad de salir cuando quiere, ni de ensuciarse, ni de ladrar, entonces vive en una constante contradicción que lo confunde, lo aturde y lo estresa. No porque lo desee, sino porque recibió señales contradictorias. 

 

Sin jerarquía ni límites, el perro pierde referencias básicas de comportamiento.

Cuando ejercía la profesión y realizaba trabajos clínicos, recuerdo una ocasión en la que acudí a un llamado: el propietario me dijo que su pastor alemán tenía una miasis (una herida con gusanera). Al llegar, muy amablemente me llevó hasta la puerta del patio y me dijo: "Allá afuera está el perro". "Dale, vamos", le dije, y me respondió: "¡Noo, doctor! A ese no hay quien le toque. Por eso luego te llamamos, dale algo para que duerma y ahí curale". 

El perro había tomado el patio como su territorio y ni el dueño podía entrar. Imaginen lo que tuve que ingeniar, sin dopar al perro porque no es para nada recomendable, para tratar la herida sin que me muerda. Una de tantas anécdotas que solemos contar entre colegas entre risas, pero que en realidad son señales alarmantes: hay miles de perros que no están siendo tratados como deben, ni como merecen.

Esta tendencia a humanizar al perro termina afectando su equilibrio emocional, su conducta y su relación con las personas. El perro necesita estructura, jerarquía y límites.

No porque se lo quiera menos o porque uno se crea superior, sino porque su naturaleza lo necesita así. Un perro que no entiende su lugar en el hogar, que toma la casa como su territorio absoluto, y que no encuentra un liderazgo claro, puede desarrollar problemas de conducta: agresividad, ansiedad por separación, destructividad, o una relación tensa con sus propios dueños.

Permitir que el perro "mande" en casa, que nos vigile desde el sofá o que no obedezca porque "es parte de la familia", es en el fondo una forma de abandono disfrazada de cariño.

El amor real hacia un animal implica comprender su especie, respetar sus necesidades naturales y educarlo con coherencia y firmeza.

Los perros necesitan rutinas, liderazgo, ejercicio físico y mental, y sobre todo, un humano que los guíe.

Celebrar su existencia, mimarlos, cuidarlos, alimentarlos bien y tratarlos con respeto es una cosa. Confundirlos con niños, ponerles zapatos, justificar conductas inadecuadas y renunciar a marcar límites "porque es su cumpleaños"... es otra muy distinta.

No olvidemos que el perro es un animal noble, pero sigue siendo un canino. Y nuestro deber, como tutores responsables, es darle lo que necesita para ser feliz como perro, no como humano.

Educar con amor y con sentido es la forma más sana de querer.

— Dr. Fabio Raúl Morales Insaurralde, Médico Veterinario